Siete

Letras. El viento las lleva.
Son de todos y de nadie, tuyas y mías tal vez.
Hay voces que las gritan, quien las canta, quien las calla.
Voces que susurran, que imploran, que desean ser oídas.
Voces que cuentan.
No hay como borrar los momentos que suceden,
como borrar el minuto de silencio,
una canción que ya canté.
Perder el tiempo, o no,
perder la vida, o no,
¿Quién te asegura que no lo estás haciendo en este preciso instante?

Hoy

Madrugada. Decido poner fin a algo que lleva mucho tiempo carcomiéndome. Muchas noches dediqué a pensar en que hacías, en que si pensabas en mi, en que si en algún momento lo hiciste... Sé que en varias ocasiones lo demostraste, pero aunque así las sentí, nunca pude saber si eran reales hasta el día que me regalaste lo más preciado. Un pedacito de tu alma en papel, secretos de tu corazón que me revelaste para que vigile y guarde, y hasta hoy lo hice, cumpliendo con una palabra que parecía que más a vos, me la dí a mi misma. Recelosa de mirarte, de hablarte, cada vez que sabía que me estabas prestando atención, el mundo se detenía y me regalaba eternos minutos... Con el tiempo nuestras vidas siguieron de largo. Me encontré frente a un camino muy diferente al tuyo, me olvidé o quise olvidar que estabas ahí. Peor aún, intenté encontrarte en alguien más. Nos distanciamos. No hubo pelea de por medio, simplemente nos dimos vuelta, callados y sin mirarnos caminamos en opuesta dirección. Un día me pareció que te diste vuelta a mirarme. Entonces yo también lo hice, y te miré. Pero en tus ojos no pude encontrar los míos, ya nunca más volví a sentir que guardaba ese pedacito tuyo conmigo. Entonces te diste vuelta y seguiste caminando. Y aunque durante meses miré y caminé en tu misma dirección, no te volví a ver nunca más. Hoy me di cuenta que estamos donde empezamos, y que no somos más que desconocidos. Aunque siempre me cueste aceptar esto, sé que tus huellas se perdieron de mi vista. Y en mi, sólo habita el hermoso recuerdo de la mejor persona que no conozco...